Los mejores hammams de Marrakech
Recubierto de barro y restregado a lo bruto: lo que parece un deporte de aventura poco atractivo es en realidad un maravilloso tratamiento de hammam marroquí. Mantener la piel fresca e hidratada tan cerca del Sahara requiere medidas extremas, y los bereberes han perfeccionado su rutina de belleza durante un milenio.
Los marroquíes visitan el hammam no solo para lavarse, sino para aclarar la mente, reconectarse con sus seres queridos y purificarse antes de las importantes oraciones de los viernes. El profeta Mahoma recomendó el hammam para la salud, la longevidad y la fertilidad, y en Marruecos, sigue siendo algo fundamental para la vida religiosa y cultural.
Los hammams pueden ser tanto privados como públicos, aunque en el pasado solo las familias más ricas podían permitirse tener uno en casa. Junto con la panadería comunitaria, la fuente, la madraza (escuela religiosa) y la mezquita, el hammam público es uno de los cinco elementos tradicionales que se encuentran en todos los barrios de la medina de Marrakech. Como están estrechamente vinculados a las abluciones obligatorias requeridas antes de las oraciones musulmanas, generalmente se encuentran al lado de una mezquita.
Arquitectura del hammam
Las ruinas del hammam islámico más antiguo que se ha encontrado en Marruecos están en Volubilis y datan del siglo VIII, momento en que llegaron los árabes. Los hammam se inspiran en sus predecesores romanos y la mayoría todavía siguen consistiendo en una estructura parecida de tres salas. Una sala caliente donde se estimula el flujo sanguíneo y se abren los poros de la piel, una sala cálida donde se llevan a cabo los tratamientos exfoliantes y de mascarillas y, para terminar, una sala fría para relajarse y rehidratarse.
En un hammam islámico no hay zonas de aguas para el baño porque los musulmanes consideran que el agua no está limpia. Pero sí que hay, en todas las salas, hileras de grifos de agua corriente (por eso es necesario llevar un balde al hammam público). Por este motivo los hammams marroquíes son cálidos y húmedos, y no humeantes. También están bañados por una suave luz tenue que se filtra a través de pequeñas ventanas de vidrio situadas en el techo abovedado.
Tradicionalmente, la fuente de calor del hammam es el farnatchi, el hombre a cargo de atender la hoguera que hay debajo de la casa de baños que calienta el suelo y las paredes. Las mujeres visitan al farnatchi cuando van camino al hammam y le dejan la comida que quieren cocinar, como la tangia (un guiso tradicional preparado en ánfora). El farnatchi coloca en el fuego del hammam los alimentos que necesitan horas para cocinarse.
Escenario social
Todos los marroquíes, independientemente de su clase social, van al hammam una vez a la semana. Los días más de mayor ocupación son los jueves y los viernes, antes de las oraciones de los viernes. Asistir al hammam siempre es una actividad social. Los marroquíes van en familia y pasan al menos dos o tres horas allí. Como es costumbre en las sociedades islámicas, los sexos están segregados en diferentes áreas del hammam o bien acuden a horas diferentes.
Antiguamente, cuando el hammam era uno de los pocos lugares a los que las mujeres podían ir, este ritual semanal suponía un rato de bienestar y evasión. En el hammam, las madres pueden buscar futuras esposas a sus hijos, e incluso hoy es el epicentro de rituales importantes, como el baño previo a la boda o el posterior al parto. Incluso el acto de exfoliar al otro se considera una expresión de habibi (amor).
Ritual de limpieza
No importa si vas a un hammam público o al lujoso Royal Mansour, el ritual de baño es el mismo. Después de un enjuague rápido, los bañistas se dirigen a la sala más cálida. Allí, tú mismo o un asistente te embadurnará la piel con el resbaladizo savon noir (también llamado savon beldi), un jabón negro hecho con aceite y pulpa macerada de aceitunas negras. Esta pasta suaviza la piel y la prepara para la exfoliación.
Después de relajarse en la sala caliente, los bañistas pasan a la sala temperada para enjuagarse el jabón negro y exfoliarse. En los hammams públicos, amigos y familiares se exfolian entre sí, pero si estás solo, puedes contratar a un asistente de baño (tebbaya) para que te exfolie. Para muchas personas, esta experiencia puede ser algo incómoda, porque todo el mundo va en ropa interior, y el exfoliante recubre cada milímetro de piel, incluso los pechos, la piel de la parte inferior de los brazos y parte interna de los muslos. Esta exfoliación se hace con un kess (guante de textura rugosa) y se frota con brío porque el objetivo es eliminar la piel muerta. A algunas personas les resulta dolorosa, si es tu caso, di bshwiya (más lento).
Muchas capas de piel muerta después, estarás finalmente a punto para aplicarte una mascarilla hidratante de rhassoul. La rhassoul es una arcilla saponífera que se encuentra en el Atlas Medio, que generalmente se mezcla con varias plantas aromáticas (pétalos de rosa, clavo, eucalipto, líquenes y manzanilla, por ejemplo). Se le añade agua para que adquiera la textura de una pasta aguada y se aplica sobre el cuerpo y el cabello. La rhassoul es rica en sales minerales y lleva las toxinas hasta la superficie de la piel. Además, cierra los poros y regula la secreción de sebo. Después del aclarado, es momento de aplicar el tónico para la piel de agua de azahar o zumo de limón.
Ahora que ya tienes la piel suave como la de un bebé, puedes pasar a la sala fría para relajarte e hidratarte con té o agua. Algunos hammams ofrecen masajes en esta sala. El masaje típico se da con una gruesa capa de aceite de argán emoliente, otro producto marroquí único rico en ácidos grasos esenciales que protegen la piel de la deshidratación y el daño solar.
Hammams públicos
En cualquier hammam público, necesitará tu propio balde para recoger agua, una esterilla de plástico sobre la que sentarte, savon noir (jabón negro), un guante exfoliante, chanclas, una toalla, tus artículos de aseo habituales (champú, afeitadora, etc.) y una muda de ropa interior, porque la que llevas puesta la usarás durante el tratamiento y quedará mojada.
La entrada cuesta entre 10–20 dirhams marroquíes (90 céntimos-2 €) o 50 dirhams (4,5 €) si quieres exfoliante (avísalo en la recepción cuando entres).
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Esta es una versión actualizada de un artículo creado por Mandy Sinclair.